sábado, 27 de junio de 2015

La Leyenda de “A Pastoriza”

















La Leyenda de “A Pastoriza”

Subiendo por la avenida de Finisterre y siguiendo la carretera que pasa por el Ventorrillo, la Moura y San José, a unos seis kilómetros de A Coruña, se halla la parroquia de Santa María de Pastoriza, perteneciente al ayuntamiento de Arteixo, que linda con el de la capital.
La actual iglesia parroquial de Pastoriza es moderna, edificada a finales del siglo XVII; pero sustituyó a otra anterior que era <<antiquísima>> según se dice en muchos documentos de aquella época.
Ahora bien, la Virgen de la Pastoriza gozó y goza de gran popularidad no solo en A Coruña, sino también en las comarcas de las Mariñas y gran parte de Bergantiños. Y como sucede con otros santuarios, tiene su leyenda, que fue quizá la que más fama  dio a la milagrosa imagen que con tantísimos devotos cuenta, como demostraban la infinidad de curiosos exvotos que llenaban hace algunos años las paredes interiores de la iglesia y los techos,. De los cuales pendían interesantes modelos de embarcaciones de todas clases. Es lástima que hayan desaparecido aquellas muestras populares de fe y de testimonios debidos a la sencillez de un arte ingenuo, pero tan interesante para el estudio de nuestra etnología.
En un interesante libro publicado en el año 1.887 por doña Emilia Pardo Bazán, que tiene por título  “ La Leyenda de la Pastoriza “, relata la historia de esta y cuenta como el rey suevo de Galicia, llamado Rechiario o Requiario, primer rey cristiano de España, fundó la iglesia de Pastoriza, en la cual se adoraba una imagen de la Virgen.
Y dice la tradición que cuando allá por el año 968 arribaron a Galicia las naves normandas que invadieron nuestro territorio, o bien a la llegada de Almanzor, el caudillo musulmán que en su rápido y formidable (aunque traicionero)  ataque causó la destrucción de Santiago y llegó hasta las cercanías de A Coruña y Betanzos, lugares que jamás habían hollado las plantas de los guerreros musulmanes hasta entonces, según los cronistas árabes ( los nuestros lo cuentan un poco diferente), parece ser que el sacerdote, o algún fiel de la localidad, ocultó entre las peñas del monte la sagrada imagen de la Virgen para librarla de la profanación de los invasores musulmanes.
La pequeña y tosca iglesia fue destruida, pero la efigie se libró, permaneciendo oculta años y años, quizá por haber perecido la única persona que sabía el lugar donde estaba escondida.
Hasta que, un día, una niña inocente que andaba con una vaca en la pastoriza (pastizal)  <<de esto le viene el nombre>> vio una estrella reluciente sobre una aglomeración de peñascos en la parte alta del monte, aquella visión de la estrella se repitió y entonces ella contó cómo se le había aparecido varias veces.
Esto dio lugar a que se escudriñaran todos los huecos y junturas de aquellos peñascos hasta que, al fin, se descubrió la imagen de la Virgen, oculta en una oquedad bajo una gran piedra, la cual desde entonces fue llamada “O Berce de VIrxen”, o sea “La cuna de la Virgen”: por ese hueco bajo la peña se deslizan muchísimas personas para librarse de pecado o curarse de ciertas enfermedades.
Hay también otra leyenda que se refiere a esta imagen.
Cuando el corsario inglés Drake vino a sitiar A Coruña en el año 1.589, unos soldados herejes que se acercaron a Pastoriza sacaron la santa imagen de la iglesia y la arrojaron allí cerca de la fuente y le cortaron la cabeza de un hachazo, dividiéndole el cuello; mas luego, milagrosamente, se volvió a colocar y unir la cabeza al cuerpo como estaba antes.
Añade la leyenda que aquellos soldados, espantados por tal prodigio, huyeron sin robar ni incendiar ni hacer daño alguno en la iglesia, como tampoco en las casas de la parroquia de Pastoriza.
La primera leyenda me recuerda a la de Campus Stellae (Santiago de Compostela) , también se aparecía una estrella en el lugar que estaba enterrado el Apóstol.
 Santiago Lorenzo Sueiro
Presidente de Alianzagalega

sábado, 20 de junio de 2015

El Aquelarre en A Lanzada














El Aquelarre en A Lanzada
El viejo amigo que me conto esta historia, en Santiago de Compostela, en el año 1964, me dijo que el hecho le ocurrió a un tío de su abuelo llamado Xuan ( Unos dicen de un pueblecito llamado Balea y otros de Rouxique ), y que él lo había oído a su propio padre, y que lo tenía como cosa verdadera y muy cierta.
A Xuan, según cuentan, de mozo que le habían gustado siempre las muchachas y se divertía con ellas en las fiestas y romerías, en los bailes que se celebraban las tardes de los domingos y en todas las reuniones que se ofreciese la ocasión. Le llegó como a todo el mundo, la hora de enamorarse de una joven muy guapa llamada Catuxa y pensó en pedirle en matrimonio.
Pero su madrina, que era a la vez tía y a la cual tenían por meiga todos los vecinos del pueblo, le dijo un día:
No te cases con Catuxa; no te conviene.
¿ Por qué me dices eso, madrina?
¿No te basta con mi consejo? Le contesto ella.
Xuan se fue para casa pensando en aquello. Su tía Maruxa sabía muchas cosas y conocía bien el mundo. Por sus condiciones de cartomántica y el mote de meiga, debía fiarse de ella. Con todo dudaba. Catuxa era una joven linda y frescachona; le gustaba  el baile y cantaba que daba gusto oírla en las foliadas. De otras cosas de su vida, no sabía nada. La muchacha le gustaba y, además, tenía algunos bienes por su madre, que ya había muerto; y, cuando muriese su padre, los acrecentaría con la herencia.
Madrina -  díjole otro dia – Catuxa es una muchacha como una rosa; trabajadora y posee además algunos bienes. ¿ Por qué  dice que no me conviene para casarme con ella?.
¿Quieres saberlo?
Quiero.
Pues ve el sábado por la noche a mi casa.
Xuan, al caer las doce, allá se fue a casa de la tía Maruxa.
Maruxa le dio un vaso de vino. Era una mezcla que parecía no saber a vino. La tía le comento que tenía unas hierbas que eran muy buenas para algunos remedios. Mientras bebía, ella se puso a calentar en la sartén un poco de enjudia y empezó a hablarle de cosas extrañas. El se fue adormeciendo, sentado en un escaño. Después, según dijo, sintió como si fuese por los aires; pasó por una espesa nube de niebla blanca como la luz de la luna; le pareció volar sobre la espesa sombra de los pinos y, por fin, oyó el rumor del mar. Estaba en una gran playa, en la playa de A Lanzada.
Lo que allí vió le hizo estremecerse. Tantas mujeres desnudas, y todas a brincar y revolcarse en la arena, riendo y corriendo unas tras las otras. Había también algunos hombres, aunque pocos, y muchas viejas. Todos parecían locos. ¡Qué cosas hacían! Luchaban, andaban a revolcones….¡el diablo!¿he dicho el diablo? Si, el diablo también estaba allí, en aquella reunión enloquecida y deshonesta, según decía Xuan. El diablo, que veía todo aquello sonriendo alegremente, con sus cuernos retorcidos, cuernos de cabrón, y con su barbita cabruna y su rabo de puerco golpeándole suavemente en las costillas para ahuyentarle  las moscas.
¿Qué era todo aquello?
Escucha, observa y calla – le dijo la madrina, que huyo de su lado para unirse a los otros.
Entonces, vio a una moza que, montada sobre la espalda de un hombre, gritaba y reía mientras la golpeaba con un vergajo. ¡Nunca lo hubiera creído!¡Era Catuxa!.
Xuan creía volverse loco, pero, ¿qué debía hacer?.
El diablo soplo en un cuerno de buey y entonces toda aquella gente se calló. Unos se sentaron sobre el suelo, otros se acostaron y el resto se recostaron en los peñascos.
¿Qué habéis hecho en el transcurso de esta semana? Pregunto el diablo.
Una vieja dijo: Yo hice que no se pudiera bautizar a un niño.
Otra añadió: Yo hice malparir a una mujer.
Y Catuxa dijo: Yo enferme de anemia a una mocita; le di mal de ojo a un mozo; volqué un carro de leña, que cogió debajo a un viejo y ….
Xuan cerró los ojos y se tapo los oídos con las manos. ¡No quería saber más! ¡le bastaba con aquello! ¡Qué razón tenía la madrina! Ella la conocía bien. Bajo una apariencia de ángel ocultaba un espíritu del infierno aquella mala alma.
Xuan despertó en la cocina de la madrina. Se levanto y, sin decir palabra, marcho a su casa. La madrina no le dijo nada tampoco.
Después, al atardecer, Xuan se encontró con Catuxa, que iba  muy arregladita y resplandeciente como un sol.
Catuxa le pregunto: ¿No vas a la foliada ( Fiesta del pueblo)?
No – la replicó el – Ayer estuve en la playa de la Lanzada y estoy cansado.
Ella comprendió. Le hecho una mirada de fuego y se fue.
Aquella noche Xuan despertó aterrorizado. Sintió en la garganta como si le clavaran un cuchillo. Echo la mano y agarró una cosa extraña. ¿Qué era aquello?. La luna llena alumbraba la ventana y pudo ver lo que sus manos habían apresado. ¡Era una serpiente!
De un golpe saltó de la cama, y con coraje y asco golpeo la cabeza del reptil contra el suelo, después la tiró en un rincón.
Se lavó el cuello y la garganta con aguardiente, se ató un paño alrededor del pescuezo y se acostó otra vez. Pero no pudo recobrar el sueño y aguardó al día cavilando.
¿No sabes? Le dijo por la mañana su madre mientras ponía las gachas para el desayuno. Tu novia, Catuxa, apareció hoy muerta al lado de la cama; parece que debió caerse y batió con la cabeza en el suelo. La encontraron en un charco de sangre.
Xuan se acordó de la serpiente. Subió al piso y buscó por todos los rincones. ¡ La serpiente que mató había desaparecido!
Y desde entonces es muy famosa la playa de A Lanzada, para ciertos rituales.

Santiago Lorenzo Sueiro
Presidente de Alianzagalega

domingo, 14 de junio de 2015

A aventura do mason (La aventura del albañil)
















A aventura do mason (La aventura del albañil)

Esta es una leyenda que he escuchado en tres sitios diferentes, una en Santiago de Compostela, otra en Mondoñedo y la otra en Orense.  Las tres coinciden, yo creo que por su forma de empezar, es una leyenda traída e inventada por algún anónimo trovador que la cantaba para poder recoger monedas de los oyentes.

Las tres comienzan:

En un lugar de Galicia                                             Nalgún lugar da Galiza
Llamado (aquí el nombre)                                        chamado Mondoñedo
habitaba un matrimonio                                           vivía un matrimonio
con dos hijos y un recién.                                         con dous fillos e un recen.

Bien, la leyenda de Santiago de Compostela :

Vivió hace tiempo en Santiago un humilde albañil o enladrillador, que hacia fiesta todos los domingos y días santos, incluso San Lunes, y a pesar toda su devoción era cada vez más pobre y a pesar de toda su devoción era cada vez más pobre y apenas si podía ganar el pan para sus dos hijos, el recién y su esposa. Cierta noche fue despertado en su primer sueño por unos golpes en la puerta. Abrió y se encontró frente a un canónigo de la catedral, alto, flaco y aspecto cadavérico.
¡Escucha, buen amigo!- Dijo el canónigo- He observado que eres buen cristiano en quien poder confiar ¿Quieres hacerme un pequeño trabajo esta misma noche?.
Con muchísimo gusto, señor, con tal de que cobre como corresponde.
Desde luego; pero has de consentir que te vende los ojos.
No opuso reparo el albañil. De forma que, con los ojos vendados, fue conducido por el canónigo a través de varias retorcidas callejuelas y tortuosos pasajes, hasta que se detuvo ante el portal de una casa. Una vez hubieron entrado, el canónigo cerró, echó el cerrojo y el albañil fue conducido por un resonante corredor y una espaciosa sala en el interior del edificio, donde le fue quitada la venda y se encontró en un patio, alumbrado apenas por una lámpara solitaria. El canónigo le pidió que hiciese una bóveda. Trabajó, pues el albañil toda la noche, pero no logró terminar la faena. Un poco antes del amanecer, el canónigo le puso una moneda de oro en la mano, lo vendó nuevamente y lo condujo a su casa.
¿Prometes volver a completar tu tarea?
Ya lo creo, puesto que se me paga tan bien.
Bueno, pues entonces, volveré mañana de nuevo a medianoche.
Así lo hizo y la bóveda quedó terminada.
Ahora- le dijo el canónigo- tienes que ayudarme a traer los cadáveres que han de ser enterrados en esta bóveda.
Con pasos temblorosos siguió al cura hasta una apartada habitación de la casa, esperando encontrarse con algún espantoso y macabro espectáculo; pero se tranquilizó al ver tres o cuatro grandes jarras apoyadas en un rincón, que él supuso llenas de dinero.
El albañil y el canónigo las transportaron y las encerraron en su tumba. La bóveda fue tapiada, restaurado el pavimento y borradas todas las señales del trabajo. El albañil, vendado otra vez, fue llevado por un camino distinto del que había hecho. Tras haber andado bastante tiempo se detuvieron y el canónigo le dio tres piezas de oro. 
Espera aquí- le dijo – hasta que oigas la campana de la catedral tocar maitines. Si te destapas los ojos antes, te sucederá una desgracia.
Cuando sonó la campana, se descubrió los ojos y vio que se encontraba a orillas del Sar.
Se encamino a su casa y gastó alegremente con su familia, las ganancias de sus dos noches de trabajo, quedando otra vez tan pobre como antes.
Continuó trabajando poco y rezando mucho, mientras su familia seguía enflaquecida y harapienta.
Cierto día se dirigió a él un viejo, rico y avariento, conocido propietario de casas. El acaudalado personaje lo miró un momento por debajo de sus inquietantes cejas.
Amigo, me he enterado de que eres muy pobre.
No tengo por que negarlo, señor, pues es cosa que salta a la vista.
Supongo, entonces que harás un pequeño trabajo y que lo harás barato.
Más barato, señor, que ningún albañil de Santiago.
Eso es lo que quiero. Tengo una casa vieja que se está viniendo abajo; de modo que he decidido arreglarla y mantenerla en pie con el mínimo gasto posible.
El albañil fue conducido a un caserón de la rúa del Villar que amenazaba ruina. Se quedó sorprendido, pues, como en sueño, vino a su memoria el recuerdo de aquel lugar.
Digame- preguntó- ¿Quién ocupaba antes esta casa?
¡La peste se lo lleve!- exclamó el propietario. Un viejo canónigo avariento que sólo se ocupaba de si mismo. Murió de repente, y acudieron en tropel curas y frailes a tomar posesión de su fortuna, pero solo encontraron unos ducados en una bolsa de cuero. La gente pretende que se oye todas las nochezs un tintineo de oro en la habitación donde dormía el canónigo, y en ocasiones, gemidos y lamentos por el patio.
Está bien- repuso el albañil con tono firme- permítame vivir en la casa, sin pagar, hasta que se presente mejor inquilino, y yo me comprometo a repararla. Soy buen cristiano y no tengo miedo ni al mismo diablo aunque se presente en forma de talego de dinero.
La oferta fue aceptada de buen grado. Poco a poco fue restaurándola hasta volverla al primitivo estado; ya no se oyó más por la noche el tintineo de oro, sino que comenzó a oírse de día en el bolsillo del albañil. Este obsequió con grandes sumas a la iglesia sin duda para tranquilizar su conciencia, y hasta que se encontró en su lecho de muerte, nunca reveló el secreto de la bóveda a su hijo y heredero.

Santiago Lorenzo Sueiro
Presidente de Alianzagalega